Continúa el debate sobre el anonimato de donantes de óvulos y semen

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Se inició hace algo más de un año, pero no llegó hasta los medios de comunicación bastante después. Desde entonces el debate está servido, muchos a favor y muchos en contra, tanto expertos como sociedad a pie de calle. Países como Portugal o Reino Unido ya no permiten donaciones anónimas y el Comité de Bioética de España ya recomienda el fin del anonimato, ¿pero qué hay a favor y en contra?

Hasta ahora, la legislación española garantizaba la confidencialidad de la persona que dona salvo en dos supuestos, que la vida del niño esté en peligro o que se necesite conocer al donante en el contexto de un proceso penal. En el resto de situaciones, sean del tipo que sean, los donantes quedan amparados bajo la ley que garantiza su anonimato. Por lo menos por ahora.

Por un lado, el Comité de Bioética de España recomienda el fin del anonimato en base al derecho superior de menos a conocer su origen y la identidad de sus progenitores. Por otro, la Sociedad Española de Fertilidad cree que la donación debe seguir siendo anónima porque hasta ahora nuestro sistema ha funcionado bien tal y como está, y porque las parejas o madres solteras que buscan ayuda en la donación no quieren saber quién es el donante ni que su hijo/a tenga contacto con esa persona.

Para Rocío Núñez, doctora en biología, experta en reproducción asistida e integrante del grupo de trabajo de la SEF, «desde un punto de vista ético y social, la familia es en la que se ha nacido, la otra persona ha puesto los gametos y no tiene ningún derecho ni ninguna responsabilidad sobre el niño».

Consecuencias

La Sociedad Española de Fertilidad teme que si el sistema deja de ser anónimo, el número de donantes caiga de forma considerable, igual que ha ocurrido en países como Bélgica o Reino Unido. Tanto es así que, hoy en día, mujeres de países donde la donación no es confidencial viajan a España para realizar sus tratamientos en clínicas privadas. 

Ante una situación de mucha demanda y falta de donantes, se provocará que los padres y madres que quieran tener hijos y necesiten la ayuda de la donación, acaben viajando a países extranjeros en busca de esa ayuda, porque aquí tendremos carencia de donantes.

La doctora Pilar Alamá y directora de la unidad de donación de la clínica IVI de Valencia – todo un referente mundial en reproducción asistida- asegura que el anonimato da tranquilidad a todas las partes. De hecho, en las clínicas IviDona, especializadas en la donación de óvulos, aseguran que donar óvulos es un acto de solidaridad, pero muchas mujeres solidarias que donan no desean tener hijos propios, por lo que si ven en peligro su anonimato y se crea la posibilidad de que niños nacidos de esos óvulos reclamen conocerlas, es posible que dejen de donar.

Ahora bien, todo esto son opiniones de expertos pero ¿qué se piensa en la calle?

Según una donante con la que consiguió contactar La Sexta Noticias, ella no dona por dinero, sino porque si ella no pudiera tener hijos le «encantaría» que otras personas le ayudasen a ser madre. Pero si las donaciones dejasen de ser anónimas, ha asegurado, «tendría que darle muchas vueltas» a continuar siendo donante.

Por otro lado, el fin del anonimato podría suponer un cambio en el perfil del donante. En los países que permiten conocer la identidad, con el tiempo se van recuperando los donantes, aunque ha cambiado su perfil. Actualmente en España, el donante de semen es un varón de entre 18 y 23 años; antes el 90% eran estudiantes, ya no. En el caso de la donación de óvulos, generalmente son mujeres menores de 28 años aunque la ley permite donar hasta los 35 años.

Y en cuanto a la motivación, el perfil medio es una mezcla de altruismo e interés económico. En caso de que el anonimato dejase de existir, y según muestran los datos de otros países en los que ya es así, el perfil del donante pasaría a ser el de un hombre o mujer mayor, casi rondando 30 años en caso de ellas, y en la madurez total en caso de ellos (de 35 a 45 años). ¿Por qué? Pues porque el joven ya no tendría tanto interés en donar y crearse responsabilidades con ello, mientras que las personas realmente solidarias serían las que seguirían donando, y el perfil de esas personas no es el de los jóvenes universitarios que hay ahora.

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